lo que olvidamos es que también es contagiosa.
Cuando termine la crisis del Covid 19 habremos aprendido una enormidad, respecto de cómo combatir una pandemia, seguro haremos las retrospectivas y podremos mirar si no hizo falta más o menos libertad, si había que anticipar más vacunas o más ventiladores mecánicos o si era necesario capacitar ejércitos de profesionales de la salud para dar descanso a la primera línea de enfrentamiento de la pandemia. La frase que yo más escucho, es estamos cansados, nos fatigamos, ya no damos más y, a pesar que lo escuchamos, sabemos que es necesario seguir sosteniendo. Lo que aquí está en juego es nuestra fortaleza mental para sostener cuando la fuerza física ya no da más. Creo que hemos apelado a la fortaleza de los seres humanos, a su resiliencia, a su grandeza para enfrentar situaciones difíciles, no obstante aquello, tal como muestran los estudios de estrés, no tan sólo depende del estresor, ni de los recursos que las personas tengan para hacerle frente, también depende del tiempo en el que es necesario mantenerse activo y alerta frente a estas situaciones y, en ese contexto, parece ya ser suficiente, y de no desarrollar medidas paliativas, los costos emocionales de la pandemia podrían ser cuantiosos.
Los daños emocionales son a veces invisibles, se manifiestan a través de otros cuadros clínicos. Es abundante la literatura que explica la relación entre enfermedades físicas desencadenadas por situaciones emocionales y de esas concomitantes, entonces tendremos que estar muy atentos para poder hacer frente de buena forma a esta dificultad adaptativa que estamos viviendo. Los estudios también muestran, que en general, no vemos con los mismos ojos las enfermedades físicas que las enfermedades mentales y, en ese contexto, las personas estamos mucho más desprovistas de competencias para hacernos cargo de esos problemas. La evidencia muestra, por ejemplo que, frente a situaciones de sufrimiento, las personas tienden a negar la existencia de problemas; de hecho una muestra de esa negación es dilatar la posibilidad de pedir ayuda, incluso no saber a quién recurrir cuando se tiene problemas, y familiares y amigos minimizan las dificultades esperando que exista una remisión de la sintomatología. Nuestras autoridades, tampoco parecen estar preparadas para hacer frente a esta problemática; cuando escuchamos las acciones que se están desarrollando no se escucha data exacta de personas con dificultades psicológicas durante este tiempo. Parece que también estuviéramos esperando que esta sintomatología desaparezca conforme lo haga la pandemia. Veo el esfuerzo que se realiza, en testeo y trazabilidad de Covid 19, pero no veo el mismo esfuerzo en testear y trazar sintomatología asociada a salud mental. Creo que nos mueve la esperanza que disminuya la presión por casos de salud mental, haciendo deporte, teniendo espacio para desplazamiento, o estimulando el consumo, esto podría estar enmascarando una problemática mayor.
Los efectos de las dificultades emocionales seguramente serán mayores que lo que pensamos, y estos, seguro serán más duraderos y desastrosos, pero para poder intervenir en ese entorno se nos hará necesario disponer de competencias que hoy no tenemos o no son tan evidentes. Será necesario poner al mismo nivel, las dificultades de carácter emocional, tendremos que levantar data que permita evidenciar nuestros niveles de felicidad y bienestar en estos últimos años, requerirá también de reordenar nuestros sistemas de prioridades, evaluar y reinterpretar los diferentes dolores humanos a los que estuvimos enfrentados como sociedad.
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